Compañera incómoda
Se llama ansiedad, ¿la conoces? Es la típica visita que molesta, que tarda en irse.
Me atrevería a decir que, en un momento u otro, se presenta en casi todas las casas. Lo jodido es que muchas veces, cuando te quieres dar cuenta, ya se te ha colado hasta la cocina y está cómodamente instalada, esperando que le sirvas la cena.
Se puede convivir con ella, aunque a mi me cae regular, la verdad. Encima, le flipa carnaval y se dedica a disfrazarse dándole igual la época del año, apareciendo de la guisa menos esperada. La tía juega al despiste.
Yo llevo años lidiando con ella, aunque la tengo bastante controladita porque una tiene su carácter y acordamos unos límites antes de que la cosa derivase en una relación tormentosa. Suerte la mía que, de momento, consigo dominarla. Hay casos y momentos en los que su rebeldía es difícil de domesticar y requiere de terapia u otro tipo de ayuda externa; algo que a veces cuesta asimilar y también pagar, no nos engañemos. No todos/as tenemos los recursos económicos para plantar cara al monstruito cuando saca los pies del tiesto, algo que debería preocuparnos mucho más como sociedad, por cierto.
Mis primeros coqueteos con ella vinieron de la mano de un desajuste hormonal provocado por mi muy querida y estimada tiroides. Menudo cóctel de juventud me llevé, y eso que todavía no salía de juerga. Apareció en forma de agujero estomacal que me llevaba a saquear armarios en busca de azúcar en todas sus formas y texturas. Muy bonito todo.
Hoy en día sigue atacando por ahí, pero como no le doy mucho el gusto porque le quito la máscara bastante rápido y además en casa el dulce se reduce a la mínima expresión, últimamente le ha dado por aparecer cuando conduzco. El primer día que la sentí supe que era ella, aunque no supe muy bien qué hacer y necesité algunos días para reaccionar a sus ataques.
Para que te sitúes, a mi me encanta conducir. Siempre me ha gustado. No me da miedo alguno.
Y ahora viene esta a molestar.
La sensación es como la de haberse tragado un globo. Noto una bola que me presiona la boca del estómago y desata mi nerviosismo. Y siempre aparece de forma estelar cuando voy sola y conduciendo por un tramo de carretera largo, imagino que por ser una conducción más monótona. Mi solución ha sido, después de informarme sobre ello: abrir la ventana para que me de el aire, subir la música y ponerme a cantar para despistar la mente, posar mi mano derecha sobre la supuesta bola y respirar con calma, mientras me repito que es ansiedad, que no pasa nada y que así como viene se va.
Y se va.
No la dejo ganar, no paro el coche, no le doy ese gusto porque no puedes dárselo si no quieres que te nuble la razón. No dejaré de conducir sola, ni de ir por la carretera, porque todo lo que me altera el pulso son fantasmas en mi cabeza.
Esto parece muy fácil, como si lo pensaras y se acabó el problema. No es así. Requiere de fortaleza mental y de herramientas para identificarla y reconducirla si es un caso leve como el mío, o de ayuda profesional si la cosa se pone fea. Si te pasa, busca ayuda. No te sientas un bicho raro. Somos muchos.
Por cierto, ¿tienes espasmos cuando estás en la cama, en ese momento en que ya casi te duermes? Yo muchos, y hace poco descubrí que la ansiedad también mete la cuchara en eso… me parece que se llaman espasmos mioclónicos, los padece cerca de un 70% de la población y generalmente son un mal benigno que más que un mal se podría llamar una molestia. Sus posibles causas: una fatiga muscular por ejercicio vigoroso, el estrés, los estimulantes como la cafeína y la nicotina, la ansiedad, etcétera.
Oye, una maravilla todo. Esto de ser adulto cada vez me gusta menos…
¡Hasta la semana que viene!