¿A qué jugabas tú?
El viernes cené con un par de amigas y entre cerveza y cerveza, no recuerdo en referencia a qué, surgió un tema que provocó el clic en mi cerebro. «Tengo que escribir sobre esto»; esta es la frase que empieza a botar en mi cabeza y desata el remolino. No hay retorno, en cuanto «veo» un tema me paso el día reproduciendo el momento que lo ha detonado en mi cabeza y anotando frases y párrafos de lo que luego recibes en tu correo un lunes cualquiera.
Ayer estaba de comilona, en una celebración familiar y curiosamente y sin tener relación alguna, el mismo tema surgió en la conversación aunque a partir de un contexto diferente.
Creo más en las leyes de atracción que en las casualidades y este tema luchaba por aparecer, así que procedo a concederle su espacio.
Voy a pedirte un pequeño ejercicio de memoria para entrar en materia: ¿a qué jugabas de pequeña/o? ¿Cuál era el juego con el que podías pasar horas y horas?
Ahora voy a preguntarte: ¿tiene algo que ver con tu vida actual?
Te explico, mejor.
Mis amigas y yo hablamos de mil temas, como siempre, y en un momento dado los recuerdos de nuestra infancia tomaron posesión de la mesa. Recordamos como eran nuestras casas y los juguetes que teníamos; el cuarto de tal o la cochera de cual, esa que tenía mil juguetes o aquella en casa de la que no se podía subir a la cama. Nos dio la risa cuando una de ellas confesó que se pasaba horas infinitas jugando a ser secretaria y que hasta compraba talonarios de recibo en la mercería del pueblo para rellenarlos (sí, ¡esos de papel blanco y copia rosa!). La otra remató diciendo que ella también y que su padre, debido al trabajo, tenía sellos y cajitas de tinta en su escritorio y ella se los robaba para estampar un «pagado» maravilloso y una firma ininteligible y siempre diferente, hasta que la pillaban y le tocaba devolver sus tesoros.
¿Sabes qué? Las dos trabajan en una oficina.
Yo podía pasarme horas jugando a ser librera; cogía montones de libros de las estanterías de mamá y cuentos de mi habitación, los colocaba todos por colores en la mesa de la cocina y cogía la caja registradora de juguete. Después, obligaba a mi hermana pequeña a venir a comprar y le daba por saco a mi madre con lo mismo… hasta que llegaba la hora de cenar y me tocaba recoger y devolver cada cosa a su lugar. Dudo que mi madre encontrara nunca el libro que buscase, porque estoy segura que los cambiaba de sitio día sí y día también. Otra cosa que me apasionaba era tener muchas libretas y escribir cosas en ellas. Y oye, no es mi profesión pero las letras y los libros jamás han salido de mi vida.
Ayer, casi al final de la comida, mi padre y sus hermanos se quejaban de que los niños de ahora no saben jugar si no tienen una pantalla delante. La típica conversación de los abuelos mientras observan a sus nietos. Y eso que todos han aprendido a usar las nuevas tecnologías y se defienden con ellas en mayor o menor medida… Pero son y serán siempre gente de campo. Nacieron en una familia con muchas bocas y pocos recursos, crecieron con zapatos viejos y llenos de tierra, dando el callo y aceptando que había poco tiempo para estudiar porque todas las manos eran necesarias allá fuera. Les tocó doblar la espalda desde muy pequeños, pero aún así conseguían robar horas al día para jugar un rato juntos. Su madre, mi abuela, bien sabía que si no les veía era porque estaban en el corral; allí, a la sombra, cada hermano tenía su parcela de tierra y la poblaba con rebaños de vacas hechos con patatas viejas y palillos, cercados con guijarros y pequeñas ramas a modo de barrera, tractores o camiones surgidos dentro de una lata de sardinas… ¿Y sabes qué? Todos tienen, hoy en día, su trocito de tierra donde hacen lo que les da la real gana porque son los dueños. Y todos van a visitar el huerto de sus hermanos para ayudar a la par que picarse unos a otros, también.
Piénsalo. ¿Hiciste caso a lo que te apasionaba de niña/o? Estoy casi segura de que eres mucho más feliz si es que sí, así como de que estás a tiempo de darle una vuelta de tuerca a tu rutina si es que no.
¡Hasta la semana que viene!